Después de leer más de tres veces los textos de Geertz y Fernández Christlieb, me comencé a preguntar si lo que decían ambos, podía ser llevado a la realidad de la vida cotidiana. Me cuestioné al respecto porque en varias ocasiones leemos textos que en verdad llegamos a creer que nos sirven o ayudan a entender lo que pasa a nuestro alrededor; es por esta situación que este ensayo abordará un tema con el que inevitablemente nos hemos topado: el amor; para que mediante su desarrollo, tratemos de poner en la mesa el significado de epistemología y sus distintas posiciones y por otro lado el sentido común; que en varias ocasiones lo tomamos como algo muy natural o a la ligera.
Nos vamos con la idea de que el amor lo cura todo, que el amor es puro (al menos al principio), llegamos a creer que este sentimiento universal es natural, se tiene que dar naturalmente; pero ¿A quién realmente le conviene o beneficia que en la actualidad existan este tipo de relaciones un tanto superficiales y fugaces entre las parejas? Detrás de todos los cambios que vemos en la humanidad y en su manera de pensar como un grupo colectivo, se encuentran esa gente que quiere ejercer un tipo de poder o dominancia, que puede ser de cualquier tipo. Desde épocas antiguas se ejercieron distintas concepciones de lo que el amor debía significar en una pareja; por ejemplo en el feudalismo se concretaban matrimonios desde la infancia, y se decía que el éxito de dicho matrimonio se basaría en la inteligencia, habilidad, discreción y completa sumisión a las costumbres de su sociedad. Es aquí en donde el sentido común tiene cabida ya que como dice Geertz “Si el sentido común es más que nada una interpretación de las inmediateces de la experiencia, una glosa de éstas, como lo son el mito, la pintura, la epistemología o cualquier otra cosa, entonces está, como ellos, construido históricamente y, como ellos, sujeto a pautas de juicio definidas históricamente. En suma se trata de un sistema cultural” (Geertz, 1994).
Es obvio que en la actualidad en la que vivimos (o al menos en esta cultura occidental moderna a la que estamos ya inducidos) estas prácticas de pactar matrimonios desde que eres un niño, ya no son tan normales al ojo de la sociedad. Pero no por eso estamos exentos a seguir arrastrando costumbres o ideas de muchos años atrás; como lo dice Geertz en el párrafo anterior, el sistema cultural (sentido común), es la base de cualquier civilización humana, no podemos llamarnos sociedad si no tenemos una serie de normas o formas de vivir la vida en cualquier grupo social, si no vivimos de acuerdo a lo que nuestra comunidad demanda como bien visto o por el contrario, no ser aceptado y por lo tanto, rechazado. Pero no dejemos de lado ese ejercicio de poder que se encuentra detrás de esto. Retomando el ejemplo de los matrimonios pactados, podemos decir que estos se llevaban a cabo, por una serie de intereses (económicos, políticos) que beneficiarían a otros, y no siempre a esa pareja que nunca se conoció, sino hasta el día de la boda.
Tanto Eva Illouz como Coral Herrera Gómez comentan una situación que siempre, como personas que vivimos dentro de una sociedad, hemos necesitado: los mitos. A lo largo de la historia el mito “ha estado siempre asociado a la experiencia de lo trascendente, inherente a la condición humana” (Herrera, 2013). Se quiere escapar de la realidad, para así poder sentir intensidad o energía nueva en la vida misma. Y si se sigue escavando un poco más al tema del amor y la manera en cómo lo percibimos cito lo siguiente del libro El consumo de la utopía romántica: “El amor romántico se transforma en un valor independiente de otros elementos. La cultura de masas lo convierte en uno de los mitos más generalizados de la vida estadounidense contemporánea” (Swindler, 1980; Rothman, 1984). Este es uno de los grandes mitos que nosotros hemos creado y transformado a lo largo de toda nuestra vida en sociedad; este mito de amor romántico se da entre la felicidad individual y el amor. Es por esto que es importante señalar que los mitos no son estáticos una vez que ya se crearon, sino todo lo contrario, siempre van a estar cambiando de acuerdo con la cultura y reglas que se encuentren en circulación.
No seguirán existiendo este tipo de actividades (matrimonios pactados citando un ejemplo) en la mayoría de las sociedades; pero ahora se encuentra otra esfera que trata de tomar ventaja del amor, que quiere sacar el máximo provecho; quién me puede negar que en el famoso día de San Valentín, no se llevan sus cuantiosas ganancias esas empresas creadoras de chocolates, peluches, flores, entre otras tantas cosas más que nos regalamos, para demostrar ese gran afecto y cariño que le tenemos al otro. “Esta es una sociedad que insume problemas y consume soluciones. Todas las soluciones requieren más presupuesto, más progreso, más información, más cosas, más amigos, más certezas, más técnicas psicológicas, cuyo único resultado es, a la postre más problemas. El exceso es la forma de nuestro vacío” (Fernández Christlieb, 1997).
Siempre se está construyendo o institucionalizando (de diferentes maneras) la forma de controlar el comportamiento humano; este proceso durante los 30’s fue muy usado por diferentes sectores como la publicidad, el cine o productos de diversa índole. El sociólogo Herbert Blumer estudió el efecto de las películas sobre los adolescentes (The Payne Found Studies) varios adolescentes tenían que describir lo que aprendían de las películas.
Mientras estaba sentado en el aula, soñaba con el héroe de la película y veía que algún día iba a cumplir yo ese papel en la vida real, rescatando a alguna de mis compañeras más lindas, las que a mí me gustaban. Me encantaba hacer dibujos todo el tiempo, donde yo aparecía como uno de los protagonistas de la película que había visto (Illouz, 2007).
La manera de ver la realidad fue todo un trabajo detrás de cada película, de cada anillo de compromiso que se le tenía que dar a la novia, de cada crema o perfume que se tenía que utilizar para seguir siendo atractiva o atractivo, entre muchas cosas más; todo esto no fue otra cosa que la institucionalización del nuevo amor y un nuevo régimen de consumo. Todo esto para poder canalizar al hombre en una sola dirección.
Es aquí en donde me pregunto si el modelo económico en el que nos encontramos –que es el capitalismo- no nos ha llevado a un camino y forma de vivir un tanto de desapego, y más a solo ver a mi igual como un objeto que tengo que consumir, y que invariablemente llegará a un punto en el que ya no lo quiera y lo deseche. Esta aseveración puede sonar algo fuerte a los oídos de otros, pero ahora existe un mayor índice de divorcios, enamoramientos “fugaces”, rompimientos de parejas, entre otras tantas situaciones que tienen que ver con el amor. En nuestro país, “en el año 2011 se registraron 91 mil 285 divorcios, es decir, por cada 100 enlaces matrimoniales se dieron 16 divorcios, mientras que en el año de 1993 se dio una tendencia de 4.9 por cada 100 enlaces matrimoniales” (INEGI, 2014). El asociar el amor, el matrimonio y la felicidad en un solo término no siempre fue así (es aquí donde sigo sosteniendo que nosotros somos alquimistas de los mitos) una vez creados, siempre los estaremos transformando. Antes en la era victoriana la moralidad era la que contenía al amor, pero ya entrando a la era del siglo XX, se modifica completamente lo que se conoce como amor, ahora es un elemento importante que ayudará en la búsqueda de la felicidad individual.
Ahora me apoyaré en una de las ideas de Andrea Molina, una de mis compañeras del foro de discusión acerca del amor, para así poder ejemplificar mi segundo punto de reflexión acerca de este tema. Ella dice que; “A pesar de que la idea del amor sigue siendo una aspiración debido a la época en la que estamos viviendo, está sufriendo una transformación. Las personas quieren más libertad, en especial las mujeres, se vive una vida más ajetreada y las personas se han vuelto más individualistas” (Molina, 2014).No estoy muy segura si únicamente las mujeres somos las que queremos más libertad como personas, pienso que esta situación se ha ido incrementando tanto en hombres como en mujeres; y por lo mismo nos estamos dejando llevar más por esa idea de individualismo, en donde lo importante o primordial, es el encontrarse bien uno mismo y ya después si tenemos ganas de abrirnos tanto en alegrías como en tristezas, a otra persona, lo haremos (pero solamente si se nos da la gana hacerlo). Por otro lado tendemos a idealizar al amor, gracias a las películas que vemos desde que somos pequeños, y ya después cuando estamos grandes con las historias construidas de la niñez diciéndonos que encontraremos a nuestro hombre perfecto o que lo mejor para enamorar a una mujer es regalándole el más grande ramo de flores que puedas encontrar (que no es otra cosa que el cotejamiento que se comenzó a dar a fines del siglo XI), y que a la fecha se siguen dando algunas actitudes muy parecidas a las de ese tiempo.
“El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo. Por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un “nosotros” colectivo, sino de un “tú y yo para siempre” (Herrera, 2012).
Estamos tan inmersos en esta idealización que tenemos del amor verdadero, que al mismo tiempo estamos llegando a deformar nuestra realidad, y por lo tanto el conocimiento mismo. Ese vinculo que tenemos con los otros, con esas ideas tanto propias como las de los demás, están en constante cambio, puede haber distancia y fusión entre una pareja de novios o esposos; pero pocas veces existe eso a lo que Fernández Christlieb llama “encantamiento”. No trato de decir que ya no existe la honestidad, el abrirse al otro, o escucharlo; sino que más bien algunas personas quieren mantener las cosas como actualmente se encuentran. Ellos se han dado cuenta que cuando las personas se unen con un mismo pensar (en este caso puede ser el amor), pueden realizar grandes cambios en la sociedad donde viven. Me gustó encontrar en el texto de Coral Hernández, el caso de Gandhi en donde el siempre trató de cambiar la situación de su país mediante la no violencia, y más por el amor que se pudieran tener entre ellos.
Comentarios de mis compañeros como por ejemplo “El sentido común no es igual en todos los contextos, ya que el sentido común se genera a partir de diferentes conocimientos. Lo que para un universitario sería un razonamiento común, no lo es para un niño de primaria” (Rodriguez, 2014). O este que dice: “A partir del sentido común generamos conocimiento. Las ideas que parten de este filtro no son improvisadas o instantáneas, se fueron formando a través de la experiencia (cuando llueve sabemos que nos mojaremos porque lo hemos experimentado, que sea bueno o malo dependerá en el contexto socialmente estructurado en el que nos encontremos)” (López, 2014); ejemplifican claramente mi punto de vista acerca de lo que el amor significa en la actualidad.
El amor como lo conocemos es buscar lo que supuestamente nos hace falta y que únicamente lo encontraremos en otra persona, y a pesar de que todos nosotros queremos enamorarnos, ahora se podría decir que es un poco más difícil ya que se “requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres posmodernas” (Herrera, 2012).
Hemos ido construyendo nuestra forma de ver las cosas, aceptado y rechazando ideas como sociedad; pero últimamente estamos apostándole más al individualismo, al sacar el mayor provecho posible al que se encuentra próximo a nosotros. Pero al mismo tiempo hemos convertido al amor como una necesidad primordial, lo utilizamos para encontrar esa respuesta que siempre estamos buscando, que es saber por qué estamos aquí, ¿qué sentido tiene nuestra vida?, ¿tenemos algo especial por realizar? Al amor lo estamos convirtiendo en la respuesta, y claro que con la ayuda de los chocolates, películas y esa idea de burbuja perfecta que nos bombardea por todos lados, complementa perfectamente mi idea. Es importante señalar que a pesar de que la sociedad ejerce un gran poder en la toma decisiones de cualquier individuo, como bien señala mi compañera María “El sentido común depende de cada persona, es decir, de su contexto, de su cultura, de la manera en que lo han enseñando a vivir. A mi parecer, el sentido común se desarrolla tomando como base la cultura de cada individuo. Según sus costumbres y tradiciones va a determinar cómo hacer las cosas; alguien de México no tiene el mismo sentido común que alguien de Estados Unidos” (González, 2014). Por mi parte puedo decir que nosotros como personas siempre estamos influenciados por el contexto, las oportunidades, las condiciones de la cultura en la que estemos inmersos y nuestra propia historia como personas, lo que dará como resultado la construcción del propio ser humano.
Tanto la manera en como vemos al amor en la actualidad, como al sentido común, pueden tener sus fallas o diferentes maneras de interpretarlas. Geertz nos señala que a pesar de que exista una naturalidad o practicidad en el sentido común, este se debe de construirse de una manera en la que nos demos cuenta que siempre, y de manera constante; nos encontramos construyendo nuestra sociedad, que en otras palabras es el sistema cultural. Es por eso que a lo largo de la historia de la humanidad el amor ha ido mutando y cambiando, dependiendo de la sociedad y época en la que se encontrara este término. Y aún así, ahora en nuestro moderno y afamado siglo XXI; en donde se proclama la igualdad entre mujeres y hombres, la libertad de estar con quien tú quieras y como quieras, aún así se siguen dando estos cambios. En donde siempre existirán personas, empresas, ideas o gobernadores que tratarán de meternos ideas en las distintas sociedades en las que se encuentren, para hacernos cambiar nuestra realidad, porque por otro lado, nosotros como seres humanos siempre estamos en una constante búsqueda de nuevo conocimiento, pero principalmente no queremos quedarnos a la deriva. Nos aterra no saber qué pasa a nuestro alrededor. Y por tal motivo, en algunas ocasiones preferimos que alguien o algo más se encargue de hacernos sentir completos, con esa falso sentimiento de “felicidad”.
En una entrevista realizada por la Revista Replicante al filósofo español Manuel Cruz se le preguntó lo siguiente acerca de su libro Amo, luego existo:
—Al final del libro usted menciona que hay un cuestionamiento del mundo posmoderno a la herencia de la idea del amor. ¿En qué consisten?
—Creo que si lo tuviera que simplificar radicalmente diría que tiene que ver con la crisis del concepto de sujeto y de subjetividad. Es decir, ese estallido del sujeto, ese defender la idea de la no existencia de la identidad, de decir que en realidad no somos más que un haz de sensaciones, impresiones y estados, que es la actitud típica del pensamiento posmoderno, de alguna manera impide la relación amorosa (Ruiz, 2012).
¿Qué es lo que está pasando en la actualidad? ¿Será que nos estamos dejando llevar por la pasión, por lo fugaz? ¿Preferimos eso a saber quiénes somos realmente? La construcción de lo que somos, de la manera en la que vemos las cosas, y la identidad, tiene mucho que ver en el amor (como lo conocemos) y obviamente en todos los demás ámbitos de la sociedad. Existen muchos mitos que envuelven al amor romántico y que se han ido trayendo desde hace ya algún tiempo; pero en donde se muestra más un cambio radical en la manera de ver al amor fue a principios de los años 30’s en Estados Unidos (se habla de este país, porque representa al capitalismo por excelencia). Frases como “y vivieron felices para siempre” son la ejemplificación de estos modelos de feminidad y masculinidad (o etiquetas que nos ponemos a nosotros mismos), son todo un choque de contradicciones cuando nos damos cuenta que en nuestra realidad no siempre las cosas son como nos las pintan. Por ejemplo el decir que utilizar una determinada crema te hará mucho más atractiva ante tu pareja, fue muy utilizado por las industrias de ese rubro (y muchos más) desde 1930. “Como se observa, el vínculo entre belleza y romance se hace extensivo también al deseo de expresarse, y el nuevo nexo entre esos tres elementos se ve impulsado, a su vez, por la cultura consumista” (Illouz, 2009).
A manera de conclusión cito a otra de mis compañeras. Ella comenta que “Clifford menciona que el análisis del sentido común debe redibujar la aprehensión objetiva de la realidad y la sabiduría coloquial, mundana, los juicios y aseveraciones. Por lo que alcanzo a comprender es que el sentido común se desarrolla desde que comienzas a tener uso de razón y capacidad de pensar” (Sandoval, 2014).¿Hasta qué punto podemos decir que nuestra forma de ser y pensar es únicamente decidida por mí? ¿Qué tanto nuestro sistema cultural capitalista ha hecho que cambiemos el sentido de amar? ¿Tenemos que cuestionar esta realidad en la que estamos viviendo? Pienso que sí, indudablemente necesitamos cambiar estas ideas en las que pensamos que llegaremos a encontrar a nuestra media naranja perfecta, porque eso, definitivamente no existe. Más bien tendremos que buscar complementar nuestros gustos; abrirnos a la honestidad y tratar de tener una igualdad en las opiniones en ambas partes.
También me gustaría citar a Gilberto Giménez quien dice lo siguiente “La identidad contiene atributos de los socialmente compartido y de lo individualmente único” (Giménez, 2007). Por lo tanto, creo que se debe señalar que gracias a que nosotros somos capaces de crear nuevo conocimiento a partir de casi cualquier cosa que vemos a nuestro alrededor, nosotros podemos cambiar la manera en que vemos nuestra realidad; así como hemos transformado al amor, podemos darle un sentido y forma de verlo propio. ¿Y por qué? Por la simple razón de que siempre va a existir esa persona que tiene nuevas motivaciones, que quiera transformar la realidad subjetiva de la humanidad (como dirían Berger y Luckman). Al momento de interactuar con nuevas personas que piensan igual o de distinta manera a la tuya, ahí ya está existiendo la transformación.
El amor como utopía romántica nos hace creer en cuentos de princesas y príncipes, o tú media naranja y a final de cuentas nos damos cuenta que no todo es cierto. Y puede que todo esto se dé gracias a que queremos dejar de lado esta realidad en la que estamos en donde vemos cosas que no nos gustan tanto; conflictos armados (la situación de Venezuela y Ucrania), niños campesinos que heredan no solo su identidad sino la manera de vivir de sus padres. Este tipo de situaciones se pueden cambiar mediante la comunicación y transformación de pensamiento, el amor, la desigualdad, la pobreza, la manera de encontrar nuevo conocimiento, todo lo que nos hace humanos. La manera en como vemos todo lo que nos rodea (el orden social) no es algo que se da naturalmente, sino más bien de la misma creatividad humana y su incesante búsqueda de nuevas formas de conocimiento.
REFERENCIAS:
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Fernández Christlieb, P. (1997). El conocimiento encantado. El saber del saber.
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